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lunes, 5 de septiembre de 2011






Visión de desarrollo






El hijo del caído

Después de más de treinta años, todavía se podía leer en aquella pared detrás de la iglesia de Guadalupe el gran letrero que años a tras pintaran las manos anónimas de algún joven lleno de desprecio por la dictadura que gobernó nuestro país por más de cuarenta años, joven que se revelo ante la prohibición de ser joven y la prohibición del pensamiento libre, joven que se revelo ante la falta de oportunidades, que se revelo de la bota y que no pasara nada y que se revelo ante el garrote, de las bombas y los aviones, ante los desaparecidos, se revelo ante el analfabetismo y la explotación.

De las manos de ese desconocido se podía leer en aquella pared la expresión de la protesta, después de más de 70 años de muerte  de aquel hombre bajo y sencillo que derroto en américa latina al gran imperio del norte  se podía leer “VIVA SANDINO”, porque los héroes no dijeron que morían por la patria, sino que murieron”, a pesar del tiempo las letras seguían vivas, como el recuerdo de la imagen cuando cayó en esa misma cuadra Hortensio Ramírez, nombre que retumbo en toda la ciudad cuando lo cargaban en hombros y gritaban “Hortensio es de los muertos que nunca mueren” , grito que se unían a otros gritos que presagiaban un fin de una dictadura de más de cuarenta y cinco años.

Hortensio antes de morir dejo un niño, niño a quien le pusieron su mismo nombre y su mismo apellido, Hortensio Ramírez, en los tiempos del nuevo orden revolucionario Hortensio  se crio con su madre y la familia lo apadrino un dirigente del proceso revolucionario a Hortensio no le falto estudio, vivienda y alimento, nunca vivió en lujos pero si vivió mejor que otros y la diferencia la hacía el acceso que su familia tenía y las oportunidades que se le brindaban, así paso de la niñez a la adolescencia, de la adolescencia a la juventud y de juventud a la madurez, en ese crecimiento también se cambió el sistema, se perdió lo que se había conquistado, esto por muchas razones y errores cometidos en el proceso de la revolución, unos dijeron que por la guerra impuesta, otros por la economía, otros por la familia, otros por el servicio militar, otros por la injerencia del imperio pero Hortensio pensaban que todos tenían un poco de razón.

Los cambios trajeron cambios y con los cambios se alzaron grupos descontentos por las promesas no cumplidas de los nuevos gobernantes esto trajo mesas de negociaciones para restablecer el nuevo orden y mucha gente aprendió a  demandar, exigir que se les reconociera su historia, su trayectoria, para negociar y renegociar, Hortensio no fue uno de los que se quedó atrás, como tarjeta de presentación siempre tuvo la gran virtud de ser el hijo del caído, del joven que se revelo contra lo establecido, del clandestino, del de la estatua ubicada en el parque central, con esa bendición logro cosas que los del común no podrían logar, esto lo convirtió en una habilidad, habilidad le permitió salir de cualquier situación sin la preocupación y las preguntas de rigor que se haría un ser común preguntas del ¿cómo solucionare este problema? , ¿Y ahora que voy a hacer?, porque para él su credencial lo solucionaba todo, lo que lo obligaba a ver la vida sin adeudo,  sin débito, sin compromiso.

Un día por asares del destino Hortensio en una discusión alguien saco un cuchillo y el cómo de forma inmediata saco un revolver y disparo, el del chuchillo cayó fulminado por el proyectil que escupiera el revólver, Hortensio bajo el arma y se agarró la cabeza, después de que se hiciera la bulla unos acusando y otros defendiendo, Hortensio agarro el celular marco y comunico lo sucedido, fue llevado a prisión, como era conocido todos hablaban, cada quien con su punto de vista, la llamada genero otras llamadas, todas coincidían en la forma de dar la noticia, ¡es Hortensio el hijo del caído! esto genero movimiento y unos a negociar con la familia otros con el juez, otros con la policía, Hortensio no duro mucho tras las rejas, el proceso fue expedito y como resultado dio que todo fue en defensa propia, unos decían que era cierto ya que el otro había sacado un cuchillo, otros decían que no porque el otro tenía un pistola, otros decían que todo se pudo haber evitado.

Los papeles se firmaron en los juzgados donde Hortensio firmo y se comprometió a ayudar a la familia del muerto, el cual trabajaba, tenía familia y dejaba en la orfandad a tres niños, después de la firma Hortensio con los que le acompañaban salió a la calle y propiamente frente a él en un pared de talquezal, cubierta con cal, se podía leer de forma borrosa pero entendible “por qué los héroes no dijeron que morían por la patria, sino que murieron” .

Efrén Martín Pineda.
Julio 2011.

martes, 14 de junio de 2011

El Chischil: Shamira

El Chischil: Shamira

Shamira



Shamira

Shamira la jovial muchacha de pelo negro, liso y suelto, heredera de la larga historia revolucionaria construida por su familia desde los años de la primera invasión de los rubios del norte. Shamira ya con sus veinte y dos años de vida, se encontraba en medio de aquel orgasmo y desenfrenado movimiento generado por aquel grupo de hombres y mujeres jóvenes como ella que se expresaban de forma espontánea en aquella plaza, movimientos que hacían al cantar y bailar de forma frenética por la paz y el amor.
Shamira ya no pudo aguantar más aquella energía contagiosa dela multitud que había llegado ese día de los cuatro puntos cardinales del país, con el simple hecho de cantarle, bailarle y relacionarse bajo evocando la paz, Shamira se llenó de gozo, se llenó de placer, del más dulce, rico, hermoso y humano placer que emanaba de aquellos jóvenes cuerpos. Así que en un explosivo arrebato apretó la mano que estaba a su lado atrayendo hacia si aquel vecino cuerpo, juntándolo hasta quedar frente a aquella boca la cual unió a la suya para compartir sus líquidos bucales en un hecho que cambiaría su vida para siempre.
En la plaza atestada de juventud se encontraban todos los cazadores de noticias ya que después de veinte y seis años de haberse efectuado aquel primer festival en Nicaragua en mera época de la construcción del proceso revolucionario, no había habido una explosión juvenil, una explosión política, una explosión artística, creativa, que se le pareciera en lo eufórica a la experimentada por nosotros en aquellos años ochenta y veinte y cuatro años después surgía otra actividad juvenil de parecidas magnitudes.
En ese bullicio el ojo de una cámara detecto aquel sublime momento del apasionado beso, solo por unos instantes de diferencia después de hacer una toma en primer plano dos millones de pares de ojos miraban aquella escena. Unos suspiraron por la pasión desbocada, otros inmediatamente fruncieron el ceño y otros expresaron sus primeros comentarios, los mismos que crearían opiniones, prejuicios, hasta protestas, esa tierna, jovial y sincera imagen de expresión de amor causaría el efecto contrario y sacaría a la doble moral de los baúles, roperos, y de todos los rincones, no por el beso, no por la joven mujer militante, comprometida, activista en su pueblo del norte, en ese preciso momento las campanas del parque comenzaron a doblar y todos a juzgar, unos la actitud, otros el lugar, otros la juventud y comenzaron a comparas saliendo la trillada frase, - en mis tiempos esto no era así- en un minuto todos el pueblo ya había visto aquel beso a través de sus televisores.
Cuando Shamira regreso, nade la veía a los ojos, todos le hablaban sin quererle hablar, en su familia jamás le volvieron a hablar y en los espacios políticos peso más la política del que dirán, la política del precio que hay que pagar, la política de si esto nos afectara, la política de la doble moral, la política patriarcal, todos hablaban sin querer tocar el tema, todos comentaban por detrás, todos susurraban cada quien es sus altares, cada quien en sus lugares, cada quien con cada quien y todos repetían a gritos en silencio, desde la madre, el padre, los hermanos, los compañeros, los camaradas, los maestros, los curas, los beatos, los servidores públicos, los conocidos y los desconocidos, todo el pueblo susurraba a gritos susurraba a un solo son – ¿Por qué?, ¿Por qué?, ¿Por qué? con otra mujer, ¿Por qué?-  Shamira se preguntaba fuera distinto con un hombre, con un joven, con un viejo, fuera distinto si fuera tras cuartos oscuros, tras puertas y ventanas serradas, Shamira se preguntaba ¿Cuál sería el pecado? ¿Cuál sería lo incorrecto? ¿Dónde se quedaron los discursos racionales? ¿Dónde quedo la aceptación a la diversidad, a la diferencia?, ¿Dónde quedo la tolerancia? ¿Dónde quedo el respeto? ¿Dónde quedo el amar al prójimo como a ti mismo?, Shamira comino por las calles del pueblo haciéndose todas estas interrogantes, con la  entera convicción que habrían más interrogantes que contestar. Detrás de ellas las campanas de la catedral comenzaron a sonar.

Efrén Pineda.
Mayo 2011

La fe y las monatañas


 La fe y las montañas
Augusto Monterroso

Al principio la fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
 
Pero cuando la fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
 
La buena gente prefirió entonces abandonar la fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
 
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.

La Oveja Negra


La oveja negra
Augusto Monterroso


En un lejano país existió hace muchos años una oveja negra.
 
Fue fusilada.

Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.

Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.